lunes, 29 de julio de 2013

El periodismo y los sanitarios

Casi una semana después del trágico accidente de un tren en las cercanías de Santiago de Compostela con numerosas victimas mortales, el periodismo de este país ha demostrado que no merece ese nombre.

Antes de empezar, quiero dar mi pésame a las familias y amigos de los fallecidos, así como mi apoyo y ánimos a todos aquellos que pueden contarlo, sobre todo a los que les queda un camino muy largo para recuperarse totalmente.

Como decía, según tengo entendido, el periodismo debe informar, verazmente.

Estamos acostumbrados a que las noticias se escriban atendiendo a uno u otro dato, según la línea editorial e ideológica del medio de comunicación.

Comprendo que un titular vende periódicos y genera audiencia, y que no hay nada como tirar de la humanidad o sensibilidad de la gente, eso que consigue que en tu interior algo haga clic y se te salten las lágrimas o se erice la piel de orgullo.

No voy a entrar en imágenes más o menos duras vistas en la televisión o impresas a color a toda página.

Mi escrito surge de una información sesgada, poco informada, no sé si intencionadamente o no, que puede tener consecuencias no deseadas, al menos desde el punto de vista de los profesionales sanitarios.

Desde el primer momento, aparte de buscar un culpable (a veces la presunción de inocencia se diluye como un azucarillo en el café demasiado amargo del titular impresionante), se halagó, se repitió hasta la saciedad su hazaña y se encumbró a los altares, de esta España aún demasiado clericalizada, a las personas de Angrois que se lanzaron a auxiliar a los heridos.

Un gesto noble, un gesto necesario, un gesto loable… ¿pero fue seguro?

En los primeros auxilios existen unas máximas que se repiten hasta que se te graban a fuego:
“Garantiza tu seguridad, no conviene que por una imprudencia haya que atender a dos en lugar de a uno.”
“Si no estás totalmente seguro de lo que se debe hacer, es mejor no hacer nada.”

No hablo sólo de masajes cardiacos, compresiones para detener hemorragias (me pregunto cuantos torniquetes innecesarios y potencialmente peligrosos, se realizaron), movilización de personas con politraumatismos (¿se mantuvo la alineación corporal para evitar lesiones medulares?, ¿qué hay de los síndromes de aplastamiento?, ¿y lesiones vasculares o incluso convertir fracturas cerradas en abiertas por una deficiente valoración de la situación y no inmovilizar miembros antes de evacuar al accidentado del tren?), pero también muy importante ¿y la seguridad de los pobladores voluntariosos de Angrois? ¿guantes?, ¿cortes con los hierros del tren siniestrado (alguien ha planteado una profilaxis antitetánica o todo el pueblo estaba correctamente vacunado?), hubo una explosión, ¿había fuego?, ¿podía haberse producido otra?
Los perímetros de seguridad no se ponen para evitar curiosos, se levantan para proteger a la población, a los profesionales que están trabajando en el interior y a las víctimas. Cuando se levantó el perímetro de seguridad, ¿continuaron los voluntariosos hombres y mujeres de Angrois en su interior? No lo sé, pero me temo que sí.

Para los medios de comunicación, los que evitaron más muertos fueron los habitantes de Angrois. Nos toca la parte del subconsciente en la que guardamos la historia de héroes y películas de efectos especiales millonarios de Hollywood y aplaudimos como al salir los créditos. Esperemos que fuera así y que no se produjeran mayores daños por actuar con desconocimiento. Seguramente nunca lo sabremos.

Las mujeres de Angrois fueron las “enfermeras” del accidente, porque según alguna cadena televisiva, limpiaron la sangre y reconfortaron a las víctimas. Una enfermera hace mucho más que eso en una catástrofe y en su trabajo diario. Habría sido más acertado decir que se convirtieron en “madres” de las víctimas, pero no enfermeras. Por los medios parece que los médicos y enfermeras esperaban en los hospitales, sólo atendían los pobladores de Angrois.

Si los medios se informaran mejor, para informar mejor y no sólo para vender, pondrían el foco en otros aspectos del accidente. Y quizás, en lugar de informar con una clara orientación hacia buscar culpables del gran número de muertos (maquinista, coordinación de emergencias, traslados a hospital x o y…),  tendríamos una visión más clara y sin sectarismos de la situación y, por qué no, en colaboración con las autoridades y los profesionales sanitarios podríamos ver especiales, escritos y en televisión, de qué debe hacer un ciudadano ante un accidente, cómo actuar, a quién avisar, cómo mover o no a las víctimas… y no sólo amarillismo barato.

Lamentablemente, parece que sólo interesa la lagrima fácil, el utilizar cualquier documento oficial para buscar errores… los profesionales sanitarios sólo interesan para que digan que jamás vieron una escena tan dantesca, lo que eleva la gravedad o la gloria de lo que los medios quieren condenar o santificar.

Agradezco las buenas intenciones de los voluntarios, aplaudo su actuación siempre que fuera con conocimiento de lo que estaban haciendo y espero que nunca nadie se meta en camisa de once varas sin saber qué está haciendo sólo por querer comportarse como un héroe, porque puede salir bien, pero casi siempre sale mal.
Es necesario, y obligación nuestra, formar a la población en primeros auxilios.