“La Ciencia
avanza que es una barbaridad” y la Enfermería, como disciplina científica, también,
aunque más despacio de lo que nos gustaría.
Desde 1977 estamos en la Universidad y, ahora,
tenemos acceso al Doctorado, el máximo título académico que nos abre de par en
par las puertas a la investigación.
La brecha entre investigación, desarrollo teórico de la
disciplina y la práctica es real y se intenta reducir. La práctica en base a
los resultados de las investigaciones, la famosa Práctica Basada en la Evidencia, no acaba de
implantarse en los lugares de trabajo.
La realización de planes de cuidados, el uso de terminología
estandarizada es de difícil comprensión para algunas enfermeras.
¿Cómo es posible que un profesional que ha sido formado en la Universidad para todo
ello no sea capaz de realizarlo?
¿Hay una especie de fobia o miedo colectivo a traspasar “el
techo de cristal” (que no sabemos donde empieza) por posibles represalias? Algo
similar a ese miedo que se observa en muchas personas que, ante cualquier acto
político o de defensa de derechos sociales, ven pululando a su alrededor los
fantasmas de la Guerra
Civil española.
Sólo así podría tener algo de sentido (casi ninguno), que un
enfermero de las últimas promociones universitarias, ante la petición de los
familiares de que se levante a su familiar al sillón, como se hizo en los días
anteriores, diga que no es posible “porque el médico no lo ha escrito en el
tratamiento”.
Si no es capaz de realizar esta simple intervención por un “Riesgo
de deterioro de la integridad cutánea” o “Riesgo de síndrome de desuso”, para
qué hablar de “Deterioro de la movilidad”, “Intolerancia a la actividad”, “Desequilibrio
nutricional por defecto” o de “Dolor agudo” y, ya no te digo nada de “prescripción
enfermera”.
Luego nos quejaremos de que la gente nos ve como ayudantes
del médico… ¡Si hay enfermeros que se lo creen!